Desde pequeñítos nos enseñaron que la p con la a hace "pa" y la p con la o hace "po". Pues bien, alguna de esas clases de preescolar (o parvulitos como decíamos antes) fue olvidada por la mayoría del género femenino, porque no entienden algo tan sencillo como la unión de la n con la o que, mis queridas amigas, hacen "no".
Ahora podríamos rememorar todos los tópicos que todos conocemos, pero es hora de entonar el "mea culpa". Esto no es más que la consecuencia de todo un proceso de aculturación en el que hemos enseñado a las mujeres (con honrosas y no tan honrosas excepciones) que todo se puede conseguir poniendo la apropiada cara de pena o de súplica. Tras tantas falsas negativas por las cuales hemos acabado aceptando cuestiones que antes no estábamos dispuestos a aceptar a cambio de un puchero, un guiño de ojo, un beso en la mejilla, un abrazo o baratijas similares, no deberíamos echarnos las manos a la cabeza porque ahora nuestra opinión no valga un pimiento.
Todo esto tiene un origen cultural por el cual el instinto masculino veía en esas señales una posibilidad de esparcir nuestra varonil simiente, cosa que, por otro lado nunca se ha conseguido, aceptando semejante chantaje.
Así que, amigos míos, pongamos cada uno nuestro granito de arena. El mundo ha cambiado por fortuna y la liberación sexual de la mujer nos da la oportunidad de invertir los papeles. Ahora, poco a poco las mujeres nos van siguiendo como nosotros las hemos estado siguiendo. Tenemos que ser conscientes de que cuando uno tiene sexo con una mujer el favor es mutuo y no solo de ellas hacia nosotros. Así que va siendo hora de que hagamos pucheros, demos abrazos y besitos en las mejillas nosotros también para conseguir lo que queremos. ¿Es fácil? No al principio. ¿Podemos conseguirlo? Desde luego.
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