viernes, 25 de marzo de 2011

Empezamos.

No soy mayor, pero ya tengo, lo que las madres, tías, vecinas y otros ejemplares de la fauna "metomentuvida" califican como "una edad". Los treinta están llamando a la puerta y mi lado consciente no tiene ninguna gana de abrir la puerta. Eso sí, por mucho que me niegue a admitirlo acabaré este año con un 3 encabezando la cifra de mi edad.

Ante semejante tesitura solo me quedan dos opciones: aceptar las circunstancias, mi edad y sentar la cabeza de una puta vez o, por el contrario, engañarme a mí mismo. Elijo por supuesto la segunda. 

Mentiras que estoy dispuesto a creerme:

1º Sigo siendo joven. De hecho estoy en pleno ecuador de lo que se llama la juventud contemporánea, esa que acaba bien entrados los cuarenta. Chicos, ahora es normal eso de salir, vivir con los padres y demás cosas que se hacen en la juventud siendo un cuarentón. Está bien, yo he sido el primero que con ventitantos he llamado maduritas a las chicas de 32, pero es que yo he sido un cabronazo. Una treinteañera es una moza en plena lozanía. 

2º Soy atractivo para las muchachas más jóvenes. Trato de buscar argumentos que apoyen la mentira pero... qué carajo, para eso es una mentira. Me la creo y ya.

3º Tengo tiempo para organizar mi vida y encontrar mi camino. Todos nosotros recordamos a nuestros padres con ventitantos con una vida organizada: su piso, su mujer, su mocoso y su trabajo. Ellos sabían lo que querían en la vida, tenían independencia económica y simplemente lo hacían. Yo soy muy joven aún para eso.¿Para qué pensar en una hipoteca si la Nintendo 3DS me va a proporcionar mucha más felicidad a un módico precio? Además, existen otros muchos gastos, como la edición coleccionista en Blu Ray de Perdidos, el botellón de este fin de semana y el calimocho (sí, a mis 30 sigo bebiendo calimocho, prueba de mi juventud)  que no puede faltar en casa. Y todavía no entiendo muy bien por qué parece que estos gastos básicos de supervivencia no son del agrado del género femenino. 

Así que como forma de reafirmar mi discutida indiscutible juventud me he propuesto hacer algo distinto, algo que me una al periodo de florecimiento de la vida. Y me he dicho: "tener un blog mola".
Y tanto que mola, esto no tiene más que ventajas. Todos los de mi quinta y mayores soins consciente de que a día de hoy, nosotros, la generación de la carta de ajuste, del Amstrad, de la segunda cadena hasta las 9 de la noche, la de Fraggle Rock, la que se ponía rodilleras en los vaqueros y en el chandal, la que ha ido a Pryca, la de los teléfonos de ruleta, los del "sile-nole" de los cromos y a los que Casimiro nos mandaba a la cama a ritmo de Rock and Roll, si queremos ligar tenemos que hacer frente cada vez más a menudo con  la generación de las plataformas multicanal, la del wifi y el tuenti, esa generación que mira con malos ojos todo teléfono que tenga botones en lugar de una pantallita táctil y que busca simplemente la perfeción en todo. Ante esta realidad nosotros nos miramos al espejo viendo que la perfección va brillando por su ausencia cada día más. 

Así que olvidaros amigos de buscar la perfección o pasaréis a ser uno más de esos carrozas de los que nos reíamos en las discotecas porque querían aparentar ser chavales sin serlo. El plan para ligarse a una veinteañera cerca de los treinta es tratar de entrar en el selecto club de hombres que a sus ojos pueden parecer "interesantes"

Y tener un blog mola. Da un toque bohemio que además da muchísimas más ventajas. Cuando uno dice a una cría de veinte años que tiene un blog se acaba de quitar de un plumazo todos los defectos. Algo en el subconsciente de esas muchachas activa la idea de que delante de ellas tienen a un Hank Moody y la cosa pasa a funcionar mejor. No sé si Hank Moody triunfa con las muchachas por ser escritor o los escritores gustan a las chicas por Hank Moody, pero desde luego que sea como sea funciona. De pronto uno pasa de estar horribla a ser descuidado. Para ellas de pronto tus malas pintas, el hecho de que no te hayas afeitado o de que tu habitación sea una absoluta pocilga pasa a ser algo excéntrico, diferente, una muestra de un talento artístico especial, en definitiva, el semicalvo sujeto provisto de una barba que debió ser afeitada hace dos semanas pasa a ser sexy y a entrar en el grupo de "follables"(adjetivo que no solo los hombres utilizan) muy por encima del perfecto y joven musculitos, que puede perder el ligue por cosas tan absurdas como no tener un coche lo suficientemente caro. 

Sin ir más lejos el otro día, mientras una apetecible dama estaba tumbada en mi cama y yo preparaba el ambiente poniendo música en el ordenador de un grupo tan romántico como Iron Maiden, ella me regaló el siguiente comentario precedido de una risa: "Tienes tripa de papá". ¿Humillante? Puede ¿Vergonzóso? Tal vez ¿Moraleja? Cuando intentaba acercarme a la perfección no follaba porque nadie es perfecto, con mi nuevo rol y mis treinta años lo que hice acto seguido es regalarle a la muchacha (de poco más de veinte) una muestra de mis artes amatorias. 

No es tan malo tener 30. 

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