Otra de las impepinables consecuencias de la treintañería es el cansancio del Sábado por la tarde. Es triste que, tras una semana entera de trabajo, mientras que en los tiempos pretéritos nuestro cuerpo pedía fiesta no importaba cómo ni donde ni por qué, ahora el cuerpo solo nos grite al oído: "no me apetece".
Esto hay que solucionarlo. Ahora mismo en la planta baja de mi casa mis compañeros de piso están montando una fiesta en la que se espera la asistencia de no menos de 13 mujeres lozanas. Y yo aquí me hallo, tumbado en la cama con una vagancia de tres pares de cojones.
Hay que actuar. Hay que forzarse, vestirse con lo primero que uno encuentre. Cuando digo lo primero no me refiero a lo primero literalmente, No olvidemos que la baza de la perfección se nos ha escapado con el 2 de la edad. El objetivo es aparecer cuidadosamente descuidados y dar la imagen de que no nos preocupa en exceso nuestro aspecto físico. Esto sustenta la imagen de hombres interesantes que os comenté en publicaciones anteriores.
Bajaré, saludaré efusivamente a las mujeres que haya ahí abajo, reiré las gracias procurando no mantener una conversación de más de un minuto con nadie, para así poder disimular mis ganas de no hablar y no tener que hacer más de un comentario ocurrente sobre lo mismo. Porque ahora mismo mi cabeza está para todo menos para ocurrencias.
Es de vital importancia que, durante todo este proceso, una cerveza me acompañe y sea bebida con la mayor rapidez posible. Una vez acabada repetiremos la misma operación y veremos como nuestras conversaciones son naturalmente más largas y nuestras ocurrencias mucho más ingeniosas.
Ya lo tenemos, seremos el alma de la fiesta.
Moraleja? Si no os apetece salir....bebed.
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