miércoles, 12 de octubre de 2011

Oiga Doctor.

En su día ya hable de las propiedades terapéuticas de tener un blog. Incluso bromeé con la idea de crear un blog que hablase de lo duro que es perder pelo para ver si así el mío dejaba de caerse. Esto lo decía porque "No entiendo un carajo" había surgido como una forma de canalizar mi frustración ante la crisis de los treinta y, gracias a él, la crisis desapareció.

Pero al menos me quedaban ideas para escribir que salían de una fuente de inspiración infinita y real como la vida misma: las mujeres son más malas que el dolor, egoístas y con imposibilidad absoluta de empatizar con nosotros. Y el destino va y me trae a una muchacha que si no es buena tirando a  perfecta lo disimula que te cagas.

¡Me cago en tó! Un escritor puede superarlo todo, han sobrevivido a religiones, genocidios, guerras, desamores, pobreza...pero el mal que me ha ido a tocar ahora es el conocido como "Mataescritores",aquel que todo duelista de la página en blanco sabe que es el enemigo invencible: la felicidad.

Vale, el conocer a una  de las cuatro muchachas buenas que existen en el mundo (aunque uno nunca puede estar seguro de eso) no te convierten automáticamente en feliz, pero la verdad es que te acerca mucho a la idea que tenemos de lo que ello significa. Sea como sea, en ese aspecto he colmado mis expectativas con lo que se me ha jodido por completo la inspiración para el blog. Como dijo el tantas veces citado Sabina: "Oiga Doctor que no escribo una nota desde que soy feliz".

Así que, consciente del problema al que me estaba enfrentando, emprendí un viaje a lo más profundo de mis neuronas en busca de ideas. Como resultado aparecieron en mi mente decenas de temas interesantísimos sobre los que escribir que iban desde política a filosofía pasando por inquietudes teológicas. Por supuesto yo era consciente de que todo eso era una mierda y no suponía más que traicionar los principios del blog. No me convencía la idea, no estaba yo muy seguro de que escribir peudointelectualismos fuese a gustar a nadie, ni tan siquiera a mí. Pero las intelectualidades venden y mucha gente se ha dedicado a escribir toda la vida sin tener ni una miserable idea, solo hablando de esos tres temas sin saber muy bien lo que decían, y han sido considerados genios.

Asumiendo que una entrada de mierda era mejor que ninguna entrada me decidí una mañana a no acostarme sin haber escrito alguna basura intelectual en el blog. Entonces, como caído del cielo llegó un muchacho al que, a pesar de lo golfo que es, conocí en una iglesia, que me hace sentir una curiosa mezcla de orgullo y admiración que poca gente consigue y que se llama Santy Pérez (comprad su disco, que sale a la venta el 7 de Noviembre. ¡Pero no os lo bajéis, cabrones!). El tema es que el muchacho me estuvo hablando de mi blog y me dijo "la verdad es que es uno de los pocos blogs que sigo, porque he seguido los de otros y al final siempre acaban cogiendo un rollo intelectual que me aburre".

Dios se sirve de curiosos mensajeros.

Así que eso me llevó a confirmar dos sospechas que yo tenía. La primera es que no tendría que haber pensado nunca en traicionarme a mí mismo, a este blog y, mucho menos, a los cuatro que lo leéis, a los que os estoy profundamente agradecido.

Y la segunda va en la siguiente entrada...